lunes, junio 11







Sacándole un poco de provecho al insomnio que se esta haciendo habitual los domingos para amanecer lunes (culpemos pues a la sobredosis de cafeina en la sobremesa de la comida familiar y los excesos del fin de semana) me encontré con esto.
La historia de esta canción es muy simple, me remota a una etapa de mi vida en que mis desvelos eran acompañados por radioactivo en la radio y una versión mas joven de mi misma viviendo en el cuarto de servicio, fumando a escondidas, que estudiaba la preparatoria.
En aquel entonces tomaba clases de francés por las tardes, las cuales -en mi memoria- eran tardes de calor y flojera después de comer.
Un día, mi clase fue interrumpida por un chico que al parecer, se había equivocado de salón, pero su aparición brevísima díó motivación a mi espiritu adolescente para asistir a clases.
Creo que lo ví solamente un par de veces, no recuerdo ni siquiera haber hablado con el, no supe su nombre y sin embargo a más de 10 años de distancia de ese momento, escucho esta canción y me acuerdo de él.
Cabe mencionar que no supe el nombre de esta canción hasta hace escasos 15 minutos. Lo único que sonaba en mi cabeza era la voz de Adam Duritz y busqué por mucho tiempo en las canciones de los Counting Crows la musica que resonaba en mi memoria.
Haciendo un uso ocioso del insomnio con nombre y apellido que me aqueja hoy en día, puse un playlist del youtube para agarrar sueñito. El piano del inicio removio entonces mis archivos mentales y me regaló a las casi 4 de la mañana Chelsea haciéndome sonreir recordando a aquella que dejé de ser hace mucho tiempo.
Siempre he adorado las sorpresas de madrugada. Esta, sin duda, ha sido una maravillosa.